Presentación
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido se ubica en la vertiente sur de los Pirineos centrales, en la provincia de Huesca, y limita al norte con Francia. Es uno de los Parques Nacionales más veteranos de Europa y el segundo más antiguo de España. Se declaró en 1918 con el nombre de Parque Nacional del Valle de Ordesa o del río Ara, unos días después del reconocimiento de la Montaña de Covadonga como primer parque nacional español.
Alberga la montaña caliza más alta de Europa, el macizo de Monte Perdido. Con 3.355 metros de altura en su máxima cota, acoge uno de los últimos glaciares de la Península Ibérica: el de la cara norte del Monte Perdido. De estas elevaciones derivan los cuatro valles que vertebran el parque nacional: Ordesa, Añisclo, Escuaín y Pineta, los más altos valles de la histórica comarca del Sobrarbe aragonés.
Una vegetación dominada por los pastizales alpinos y subalpinos y los bosques de hayas, abetos y pinos silvestres y negros, albergan una valiosa fauna de alta montaña capitaneada por uno de nuestros buitres más amenazados: el quebrantahuesos.
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido alberga multitud de comunidades vegetales diferentes, debido a los acusados desniveles y a la presencia de diferentes orientaciones y condiciones microclimáticas. Cuenta con unos 50 endemismos exclusivamente pirenaicos, y la mayoría de ellos sobrevive en hábitats rocosos como gleras, acantilados y pastos pedregosos. Destacan las que habitan en los roquedos calizos, con unos 12 endemismos pirenaicos.
Durante la floración, las especies que habitan las praderas alpinas y las grietas de roquedos, se hacen visibles: gencianas, narcisos, saxífragas, siemprevivas, violetas, o la famosa Flor de Nieve. Destacan también otras especies como la Corona de Rey, que florece cuando tiene suficientes recursos para generar su espectacular flor. También la Oreja de Oso, reliquia viva del clima húmedo y calido que tuvo el Pirineo en la era Terciaria.
Varias especies de aves alcanzan las cumbres del Parque Nacional con la llegada del verano. Suben desde los valles a alturas superiores a los 2000 metros para alimentarse y reproducirse. Chovas piquigualdas y piquirrojas, acentores alpinos, treparriscos, bisbitas alpinos, collalbas grises y otras aves altimontanas, anidan en los huecos de los farallones o entre los pedregales dispersos en los pastizales. Una de las que sube más alto para sacar adelante a su prole en los precipicios, es el gorrión alpino.
También los mamíferos han conquistado los terrenos cubiertos por la nieve casi todo el año: los rebecos, llamados sarrios en el pirineo aragonés, dominan el arte de desplazarse entre los roquedos más verticales. Marmotas, armiños o topillos nivales se añaden al catálogo faunístico que resiste las alturas y la dureza del largo invierno de Ordesa y Monte Perdido.
El paisaje que encontramos en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido tiene un remoto origen marino. Hace 250 millones de años, la orogenia herciniana, dejó depósitos de pizarras, esquistos, cuarcitas y calizas, seguida de un retroceso del mar que presenta areniscas y arcillas rojas como huella de su paso. El segundo levantamiento aconteció hace unos 35 millones de años: la orogenia alpina, responsable de la actual estructura geológica, como la del macizo de las Tres Sorores. Los hielos cuaternarios dieron forma a buena parte de estas montañas, con circos y valles en forma de U.
Los agentes erosivos que han modelado el paisaje del parque nacional hasta el estado actual han sido el viento, y en especial el agua y el hielo. Los fenómenos karsticos, en los que el agua disuelve la roca caliza, crearon las gargantas y cañones de Escuain o Añisclo, junto a un complejo sistema de grutas, cavernas, simas y ríos subterráneos.
Añisclo es una hendidura profunda entre montañas calizas que encierran el curso del río Bellós y que culminan en precipicios de gran caída, que en algunas zonas superan los 1000 metros de desnivel.
El primer tramo de su recorrido, llamado el Desfiladero de las Cambras, lo recorre una carretera; el segundo desde San Úrbez hasta el collado de Añisclo, es el cañón propiamente dicho, y en su fondo aparecen grandes bosques caducifolios.Uno de sus tramos más concurridos es la estrecha garganta fluvial por la que discurre el rio Bellós, con vegetación mediterránea que incluye especies arbustivas propias de climas tropicales del terciario.
El collado de Añisclo a 2460 metros de altitud, es un paso tradicional que frecuentan los montañeros y comunica Añisclo con el valle de Pineta.
En estos valles del Alto Aragón, aislados por una geografía accidentada y un clima extremo, el ser humano ha dejado su huella desde la prehistoria. Se ha encontrado arte rupestre en algunas cuevas que datan del Paleolítico Superior, y la cultura neolítica marca el inicio del pastoralismo como actividad principal.
Con la ocupación musulmana, a partir del año 711, el Sobrarbe se convierte en territorio sometido, cuya situación fronteriza le convierte en una zona inestable durante la Reconquista.
Los cambios administrativos del siglo XIX concluyen con el despoblamiento del territorio a mediados del siglo XX. A finales de los 70 del pasado siglo, un proyecto de inundación del Cañón de Añisclo para su aprovechamiento hidroeléctrico, movilizó a instituciones y ciudadanos para salvar este enclave. Las obras se paralizaron y en 1982 el Parque Nacional se amplió y reclasificó con el nombre de Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, alcanzando casi las 16.000 hectáreas de superficie actuales.
En 1977 el Parque Nacional y buena parte de su entorno occidental, se declaran como la Reserva de la Biosfera de Ordesa-Viñamala. Once años después se convierte en Zona de Especial Protección para las Aves, y en 1997, la UNESCO otorga la distinción de Patrimonio Mundial a los circos y cañones del Monte Perdido.