Presentación
El Parque Nacional de Cabañeros se encuentra en los Montes de Toledo entre dos provincias castellano-manchegas: Ciudad Real y Toledo. En 1995 se convirtió en el primer Parque de la Red dedicado a la conservación del bosque y matorral mediterráneos. Encinas, alcornoques, y su sotobosque de jaras y brezos, encabezan la diversidad de la flora mediterránea, adaptada a los rigores climatológicos del interior de la Península Ibérica. Su amplio valor botánico incluye un catálogo de árboles singulares con joyas como las lauredas del Terciario, o pequeños humedales con curiosas plantas carnívoras. Por Cabañeros discurren algunos de los últimos ríos y arroyos mediterráneos peninsulares bien conservados.
El sustrato geológico característico del Parque Nacional, formado en su mayor parte por cuarcitas y pizarras, alberga fósiles de más de 400 millones de años de antigüedad, antaño cubierto por el mar.
En la actualidad, el sello de identidad de Cabañeros son bosques en sierras y macizos, el llamado monte, junto a extensas rañas, las dehesas arboladas de ésta región de Castilla-La Mancha. Un mosaico de ecosistemas que ofrece alimento y refugio a miembros destacados de la fauna ibérica como el Buitre Negro o el Águila Imperial Ibérica. Cabañeros se encuentra dentro de la Zona de Especial Protección para las Aves y Lugar de Importancia Comunitaria de los Montes de Toledo.
A mediados de septiembre, la raña de Cabañeros acoge uno de los acontecimientos de la naturaleza ibérica más importantes del año: la berrea del ciervo. Es el tiempo de la reproducción. Los machos abandonan el abrigo de la espesura del monte y se exponen en la raña, la gran llanura semiarbolada del Parque Nacional. Aquí se celebrarán las luchas entre sementales para conseguir el derecho de cubrir al mayor número de hembras posible.
Las primeras lluvias del otoño desencadenan el celo de los ciervos, los machos manifiestan su estado emitiendo sonoros bramidos, audibles a gran distancia y que resuenan por las planicies de Cabañeros. Los rebaños de ciervos, machos y hembras, se congregan en determinados rincones de la raña. Los machos entrechocan sus cornamentas una y otra vez, agotando finalmente al rival. Algunas peleas se prolongan durante horas y los contendientes pueden llegar a perder hasta el 20% de su peso durante la berrea.
Las sierras ocupan la mayor parte de la superficie del Parque Nacional y se elevan hasta su máxima cota, los 1.448 metros del monte Rocigalgo. Sobre cuarcitas y pizarras se asientan bosques y matorrales en un excelente estado de conservación. Las masas arbóreas mejor representadas son los encinares, alcornocales, quejigares, rebollares, y bosques de ribera acompañando a ríos y arroyos. El matorral más abundante lo forman jaras y, brezos, junto con labiérnagos y madroños.
En Cabañeros se dan cita la flora mediterránea, la vegetación atlántica y ciertas especies relictas de la antigua laurisilva que ocupó esta zona en el Terciario: el loro es testigo de excepción de climas subtropicales de antaño.
El carboneo fue una actividad tradicional para obtener carbón vegetal, que aprovechaba leñas de encina, roble y brezo de las rañas y sierras de la zona. Desde antaño se regulaban la extracción de la leña, los lugares de elaboración y las talas controladas, lo que condicionó el devenir de los bosques de Cabañeros.
Los Montes de Toledo han sido testigo del curso de la historia en la región. Desde los primeros asentamientos humanos hace 700.000 años, pasando por la ocupación romana, visigoda y árabe, el actual Cabañeros comienza su trayectoria en el siglo XIII. La ciudad de Toledo compra al rey Fernando III parte de estas tierras para abastecer a su población de madera, carbón y leña, siendo su propietaria más de quinientos años. Gracias a una normativa de uso muy restrictiva, se aseguró la conservación, guarda y aprovechamiento de estos montes durante ese largo tiempo.
Cabañeros debe su nombre a las chozas o cabañas utilizadas durante siglos como refugio temporal por pastores y carboneros. Las sucesivas desamortizaciones del siglo XIX, convirtieron las antiguas explotaciones agrícolas, forestales, ganaderas y cinegéticas en extensos latifundios en manos privadas. Estas grandes fincas constituyen el origen de las grandes propiedades actuales en los Montes de Toledo.
En 1982, Cabañeros se convierte en noticia debido a la intención de crear un campo para maniobras y tiro del Ejército. La oposición popular hizo posible su declaración como Parque Natural en 1988 por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, como primer paso en su conservación. En 1995 se declara Parque Nacional.